No me gustaban las tormentas así que me gustabas tú.
Me gustaba el verano que tenías en la punta de la lengua y clavado en el esternón.
Que me cantaras Lori Meyers sabiendo a cerveza y tabaco. Tu calor porque mis pies eran fríos y las flores de tus ojos que nunca pedían más sol que salía de entre tus costillas. Me gustaba mi miedo a que te fueras porque me recordaba cómo me gustaba que te quedaras.
Pero no te quedaste.
Y cuando te fuiste supe que en tus ojos veía el reflejo de los míos; que tus flores no eran tuyas y que yo también sabía arder. Que yo no me merecía tus mentiras, que tú no me merecías a mí y que nosotros nos merecíamos dolerte.
¿Sabes qué? Después de ti llovió mucho y ahora las tormentas aún me gustan menos.
Pero te diré lo que quieres escuchar: mi corazón ya está buscando abrigo así que tranquilo, mi amor,
de este pecho siempre se va el invierno.
XIII
I. Miranda
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